¡Sangre, sudor y…! casi lágrimas.
Preciosa etapa a pesar del día con lluvia continua. Incluso sin el pesar, fué un diá especial, una manera distinta de ver la ruta costera, contínuamente bordeando el mar y admirando sus acantilados y sus playas. Montones de playas, preciosas, y en estas épocas del año y con esta meteorología, solitarias y espectaculares para hacer fotos. Es lo malo de ir en grupo, hay que componer y disparar muy rápido, porque si voy solo se me hace de noche y tienen que venir a buscarme.
Como ya conocía a donde iba ya lo hice preparado, tres objetivos cubriendo las focales de 12 a 300 mm en APSC y trípode. Y bien que lo hubiera usado todo si hubiera tenido tiempo, pero el ritmo de la marcha se impone y todo se supedita a ello.
Como siempre acabé cerrando la marcha, yo a mi bola. Al final ya me dí cuenta que se estaba haciendo tarde y aceleré a toda la pastilla. Veía que entre la marea y que se iba la luz no iba a poder hacer mis deseadas fotos de la playa de Las Catedrales. Lo de la luz me importaba menos que para eso iba acarreando el trípode. El caso es que ya al final, llegando a la ansiada playa, me encontré siguiendo una pista de madera que al final se convertía en un mirador y no tenía salida. No estaba en esos momentos para mirar nada, iba como una moto para llegar, y tampoco me apeteció dar tanta vuelta de regreso. Opté por lo más fácil, saltar la balaustrada. No parecía muy alta pero los cálculos fueron falsos y la hostia fué de campeonato. Con la madera mojada, la mochila, la capa y los accesorios fotográficos no fuí capaz de mantener el equilibrio y todo se convirtió en borroso hasta que me levanté inmediatamente del suelo y oía las voces de una pareja diciendo ¿Chaval, pasote algo? Como ya estaba en la ruta buena seguí a lo bruto, sin girarme y contestando ¡No, no, estoy bien! Solo notaba un poco de sangre achacándolo a algún rasguño superficial y seguí a mi playa deseada.
Llegué, ni me acerqué al autobús y bajé las escalerillas para llegar a la arena. Lo primero, el trípode no funciona. Se desarmó una pata y no fuí capaz de armarlo. Después resulta que perdí una pieza y, afortunadamente me lo recambian en donde lo compré. Era el estreno prácticamente.
Después las fotos de los arcos ya no fuí capaz de hacerlas, con las prisas, la poca luz y el agua por los tobillos. No sabía si la marea subía o bajaba pero ya veía que no me daba tiempo. Me estarían esperando en el autobús, así que hice cuatro fotos y lo dejé. Afortunadamente no nos queda lejos y trataré de volver alguna vez fuera de la temporada estival, a ver si la pillo con poca gente. Es maravillosa y espectacular, pero hay que verla en su momento.
Ya la vuelta al autocar todo apurado, efectivamnte me estaban esperando y con los apuros perdí el móvil, no sabía si en la caída o dónde. Afortunadamente gracias a Jose María apareció en el autobús y ya está recuperado.
Respecto a la caída lo que parecía no ser nada a la llegada a Lugones ya me parecía otra cosa por la hinchazón de los morros y de la pierna. En conclusión, rasguños en la cara, rotura interior del labio superior y gran traumatismo por golpe con gran derrame en la pierna derecha. Trombocid y reposo y esperar que se absorba. Lo más importante, a la cámara no le pasó nada. A cuento de esto venía lo de la frase del comienzo.
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Respecto a las fotos el día estaba bastante plomizo y esta vez he probado un nuevo procesado de las mismas con un nuevo programa, así que igual se ven un poco distintas a otras veces. Esta vez no lleve el GPS y las fotos no están georeferenciadas, pero son fáciles de localizar.
Una muestra de panorámicas a la llegada a Foz, con vistas a la ría:
El resto de las fotos quí van:
Y para quienes no vean el enlace anterior aquí el enlace directo: